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Las fuentes del comportamiento soviético, por George Kennan

George Kennan, bajo el seudónimo de X, escribió en 1947 el Telegrama Largo, que se consideró la Biblia de la Guerra Fría ya que creó la doctrina de la contención. El documento, que recorrió varios departamentos de Estado y llegó a la Casa Blanca, se convirtió en el documento de cabecera de los políticos en la Guerra Fría desde Truman, ya que se redactaban las directrices de la política surgida durante esos años, los más duros del sistema bipolar. El artículo lo han publicado en Foreign Affairs traducido al español. Así que le podéis echar un vistazo aquí.

George Kennan se especializó en la cultura y lengua rusas en Riga, antes de que lo mandasen por primera vez a la embajada moscovita en el 33, cuando la URSS fue reconocida por los EEUU. Volvió en el 44 como alto consejero del embajador. Dados sus estudios profundos sobre la prensa, lengua y cultura rusas, se veía con fuerzas para emitir su opinión profetizando el comportamiento soviético en los siguientes años.

En febrero del 46, Kennan recibió un telegrama del Departamento de Estado de EEUU que decía que los soviéticos se negaban a unirse al FMI (Fondo Monetario Internacional) y al BM (Banco Mundial). Nuestro protagonista se pregunta por qué los soviéticos se negaban a participar en estas instituciones internacionales y escribe el famoso Telegrama Largo (el cual cuenta con 8009 palabras), explicando las razones por las que la alianza se estaba resquebrajando. En julio de ese mismo año, la revista Foreign Affairs publica la versión larga del telegrama, un artículo firmado por un tal X, identidad que corresponde a Kennan, y titulado Las fuentes de la conducta soviética.

El telegrama analiza los discursos de Stalin y la política soviética desde 1945. En resumen, Kennan decía que el comunismo anticapitalista y su sentimiento de inseguridad conllevaba definitivamente a una política hostil con Occidente. La dictadura stalinista, alumbrada en el oscuro mundo de la intriga zarista y acostumbrada a pensar esencialmente en términos de política de poder, necesitaba enemigos extranjeros para justificar su gobierno.

Por esta razón, la Unión Soviética trataría de seguir con su plan preciso de acción hacia Europa central y occidental, ayudando a los partidos comunistas en esos países, y en contra de los intereses de EEUU. De todas formas, Kennan no proponía políticas concretas, sino generalistas: actuar usando la fuerza y no la razón, ya que ésta los rusos no la entienden.

Kennan decía que los Estados Unidos tenían la misión de detener a la Unión Soviética, conteniendo sus ansias expansivas a través de políticas a largo plazo, pacientes y firmes. Según Kissinger, el Telegrama Largo fue la respuesta que los políticos estaban buscando a la pregunta ¿qué hacer con los rusos? que tantos quebraderos de cabeza daba.

Y la respuesta se resume en una palabra: contención. Se trataba de contener a la Unión Soviética en todos los puntos en donde fuese a intervenir, en cualquier parte del mundo. Como Kennan siempre hablaba de la actitud expansionista de los rusos, la política estadounidense se limitaría tan sólo a actuar cuando los soviéticos actuasen, para así esperar a que las luchas externas llegasen a cambiar la cultura y la política interna de la URSS.

Estas luchas que cambiarían a los soviéticos no sólo estarían auspiciadas por el poderío militar estadounidense, sino también por el llamado poder blando según define Joseph Nye Jr. El poder blando, entre otras cosas, se refiere al poder que tiene una nación para hacer que las otras la sigan, usando ese poder por medio de la cultura, la educación, el respeto del resto de naciones, o la visión de solidaridad que se tiene de EEUU como salvadores del mundo y superiores en la forma de vida del resto del planeta. Esto es lo que comúnmente los norteamericanos llaman "ser el faro" del resto de naciones.

El telegrama terminaba afirmando que a pesar del peligro de la dictadura comunista, la Unión Soviética seguía siendo más débil que Occidente, el cual sí mantenía su cohesión y firmeza, y que si seguía manteniéndolo, sería capaz de influenciar el comportamiento del gobierno de la URSS. Citando el artículo:

Me llena de impaciencia y disgusto esta ingenuidad. Durante dos años he estado tratando de persuadir a la gente de Washington de que el régimen de Stalin es el mismo que conocimos antes de la guerra, el mismo que realizó las purgas, el mismo que concluyó el pacto de no-agresión con los nazis; de que sus líderes no son nuestros amigos. He tratando de persuadir a Washington de que los sueños de una feliz colaboración con este régimen en la posguerra son enteramente irreales; de que nuestro problema es más profundo que eso; de que Stalin y sus socios están ahora fascinados con sus recientes éxitos militares y políticos y creen ver perspectivas favorables para la extensión de su influencia política por toda Europa, mediante tácticas de infiltración y subversión. Sostengo que mientras no dejen de lado estas esperazas de color rosa será inútil suponer que participarán en planes idealistas para la colaboración mundial bajo nuestro liderazgo, sobre todo en áreas tales como las de economía y finanzas, donde sus compromisos ideológicos son enteramente diferentes de los nuestros.

Fuentes: Wikipedia | Historias del Siglo XX | Telegrama Largo en Foreign Affairs

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